Estoy perdiendo el
aliento, siempre pensé que lo terminaría haciendo por vos, pero mira como es la
vida, me lo está quitando el tiempo frente a la ventana, viendo pasar las nubes
plagadas de parvadas rumbo al atardecer, tras unas rejas negras que de vez en
vez le sirven de tertuliadero a unos cuantos canarios y sin poder tocar el
césped, ni bailarme un son, sin siquiera saborear los rumores de los samanes taciturnos.
Se marcha entre mis suspiros
y sin siquiera algo del toxico humo de un pucho o un habano, solo así, purito, acompañado
apenas de pretensiones, anhelos, murmullos, nostalgias e ira de esa dolorosa;
es que ni siquiera con el cálido sabor del ron, ni la fresca caricia de la
cerveza fría, porque tampoco hay pa calmar en algo ese adiós.
Claro que como bien
lo sabes, el paseante irresponsable que se cruce con mi estampa en esa ventana,
siempre ha de encontrar la sonrisa esa que vos si supiste descifrar, esa que me
brotaba de la ira pa tratar de calmar los impulsos, esa pasiva agresiva que
tanto odiaste; pero que pal incauto siempre ha merecido una respuesta amable.
Pero bueno, no nos
desviemos, estábamos en que voy perdiendo el aliento en sanidad, sin vicios, ni
siquiera el de tu ausencia porque ya tampoco la siento; simplemente es que lo
estoy perdiendo y recuerdo muy bien preferir a ese respecto que, de ocurrir, lo
haría entre tus brazos satisfechos o atado a mis letras despidiéndote.
Ahora se me pasa una
golondrina y me sonríe con su vuelo, creo que la mandaron por lo que queda de
mi aliento…
Henry.
Aardes
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