Se perdieron las huellas en
la arena, así como la magia de mis dedos en la suavidad de la roca tallada por
el mar; se diluye la memoria sedentaria, en la sombra de un corazón temeroso de
ser sí mismo; se niega la otrora existencia de un ser dual e incompleto, que
marcha sin contexto; se va desprendiendo la huella del pasado, de tal forma,
que ahora cargo una nueva marca perpetua en mis labios.
Son ahora las pestañas las
que dictan las maniobras del amante, son ahora temerosos telegramas del
sentimiento y la pasión; viven ahora huyendo a la pervertida idea de imagen
inmutable, la negación a su naturaleza imperfecta, a su naturaleza carne. Hoy
se es iletrado y no ciego; hoy ya no se puede leer a una mujer como se hace con
el braille; hoy toca abrirle los ojos a la magia y a los sueños, desvelándolos
de paso, para encontrar el correcto proceder que dicta lo que es “propio”.
¿Quiénes son a los que se
les ocurrió ponerle reglas a los sueños, a los sentimientos y la magia de un
momento o de unas letras? ¿Cuál fue el genio que hablo de ciencia con el amor y
de paso dijo que le entendió? Aquellos duermen entre las sábanas y con pijama,
besan en privado y miran de reojo; rosan con morbo y respiran asfixiados.
Soy disidente y en su lógica
un mal pensante, me niego la racionalización de un suspiro o un orgasmo y me
declaro conservador profundo, cuando, con tacto de ciego, de amar el cuerpo de
una mujer se trata; no beso, devoro y con el hambre del licántropo, no con el
frenesí del vampiro; no hago el amor, lo gozo; no escondo mis pasiones, las
dejo públicamente a la vista de la interesada y por último, recuerdo el pubis
de cada amante, entre cuyas piernas he sido devorado.
Si el mar borra las huellas
en la playa, vuelvo y las marco, vuelvo paso a paso por su piel, beso a beso a
cosechar lunares; no espere que ayude a pavimentarle la vida, yo que vivo y
vuelo entre la magia de los boques y los andes. Entienda usted que llega, que amor
del mío no va por medias, ni con recatos, es entero y profundo. Entienda que
prefiero no dormir, que amanecer con sed de besos y sexo, que son más válidas
las alas de un hada, que los pies de una princesa y que vivo engendrando
sátiros parlantes con forma de versos.
Quedo al lado del mar, no
para borrarme la huellas si no para lavarme las penas inmaduras y baño mi torso
en el rio, para cargarme de su vida y limpiarme las heridas. Entienda usted que
llega, que si quiere amar la ligereza de mi diástole y mi sístole, tendrá que
vivir en disidencia y pasional locura mágica.
Henry. Ar.Jr