Somos dos los perdidos en la cama, tu corriendo en círculos en tus
sueños, dándole vuelta a tu almohada, yo sin poder ubicar el sur o el norte del
colchón. Hemos perdido hasta el insomnio y ya ni las cobijas son tan amplias
para arroparnos junto con nuestras realidades. Y ni el frío del metal del catre
se compara con la escarcha que se desprende de tu espalda, al rozarla con mis
manos afiladas.
Se perdieron los correos escritos tras las penumbras de un cuarto
extranjero y se descomprimieron las distancias. Mil razones para sernos se
quedaron frías en el invierno, por la excusa del calefactor, mientras los
sentimientos salieron a correr dejando desplumado a un Cupido que tan solo se
ve en nuestra puerta, desplazado, fracasado y sin rumbo.
Fueron nuestros sueños eternos o nuestras vivencias ausentes las que
corrieron a las golondrinas y llenaron los ocasos de quirópteros, que se
estrellan con la agudeza de nuestro silencio. Nos fuimos mujer y aun no nos
dimos cuenta, nos soltamos las manos y nos separó la corriente.
Llega la noche y cierro tus ojos con un beso, te susurro un te quiero
y me lo respondes, y ahí nos hacemos los dormidos, nos negamos la realidad por
una costumbre. Y vuelves a tus recorridos de almohada y yo, yo saco la brújula
y divagamos de nuevo, con Cupido en la ventana bañado en impotencia!
Ardes.