Me encanta nadar
entre su sonrisa ajena y en el camino hacia ella, librar el espesor de sus
cejas y columpiarme de sus pestañas, todo en la más infame clandestinidad, pues
soy ante su mirada, solo otro elemento en el camino, una brisa más de los
farallones o como una gota que se precipita anónima desde la tormenta.
Y aunque suelo
resguardar con prudencia, cada letra que busca fugarse tras la idoneidad de sus
lunares, la verdad es que cada cierta noche rompen el silencio y se aglomeran
frente a su imagen, que fortuitamente ha aparecido ante mis ojos, incauta.
Entonces no hago más
que dejarlas ser, agruparse frente a su mirada, como mejor les parezca, como
ellas quisieran ser ante sus ojos u oídos, simplemente las dejo ser, así como
ud a su alegría bendecida; y ahí, ante su imagen las dejo consumir en la noche.
Pero esta noche, sublevadas
por los vientos que cruzaban por mi balcón, brincaron juntas buscando ser más
que un suspiro efímero, queriendo ser una nota compartida en su memoria, hoy
quisieron dejarle un momento de mi inspiración libre...
Vuelvo entonces a zambullirme
en su sonrisa bendita, sin querer perturbarle su alegría, así como la brisa del
mar o el roció del altiplano, solo volver a ser otro elemento más que disfruta
de su vecindad en el paisaje. Siga ud por favor incauta, sin percatarse de mis
palabras, pues créame que así ellas suelen ser más felices y completas, ellas así
suelen formarse muy bonitas, sin temor a importunarle la mirada y la larga alegría.
ARDES.