lunes, marzo 09, 2020

La inconformidad del ser


Hay momentos en los que se muere lentamente sin remedio, esperando que tal vez, pasados los minutos o los sueños, se encuentre, dentro o fuera, un elixir que aligere el trajín a la mañana, ese salvoconducto que evada las más oscuras decisiones.

Entonces se aferra uno a ellos, al más ínfimo de los momentos, de los estados, de las sensaciones: un beso, una mirada, la textura de una espalda desnuda, la humedad de una vagina trémula, la calidez de una respiración a tu costado, hasta un adiós bien dado.

Pero hay noches en que nada cruza por el manto pardo que protege la ventana, noches que pasan estériles y longevas, noches austeras en exceso que canibalizan la memoria en vez de disfrutarla, que arrancan susurros gélidos que van rasgando a girones el alma.

Y en esas noches se acentúan los momentos, se sangra por dentro en la soledad latente de nuestro ser y se cruza un abismo ante nuestros pies, una siniestra, pero a la vez apacible invitación, que algunas veces suena tentadora y hasta excitante.

Hoy tal vez termine siendo una de esas noches, o tal vez llegue la majestuosa gracia de mi orisha a bañarme con un arrullo; o quizás, Morfeo se adelante y con una fiel estocada, me atrape y arrastre con él, y de alguna de estas formas, evadir esta intransigente necesidad de ausencia que suele desvelarme.

¿La inconformidad del ser?...
Puede ser...


Henry.

domingo, marzo 08, 2020

Dita 1

Ame ese momento en que se quedó prendida en mi pensamiento, en que danzaron sus pies junto a los míos y fui poseedor de su alegría como si fuera mía. Ame cada rincón donde habitó el futuro que no fue, donde sus labios besaron mi nombre y nadie mas nos interrumpió la vida. Por eso la soñaré cuantas noches la memoria me permita, así en la vida su aliento vuelva a ser la sustancia que inspire letanías y enriquezca el aire que respiro. Y ame en pasado perfecto, en el momento indicado y en la medida exacta, en su boca, su piel y su alma, como se debe amar, sin mesura y sin condiciones. Ame ese momento tanto como hoy amo este recuerdo que me libera el espíritu, que me motiva a escribirle a un recodo hermoso de mi existencia.

lunes, marzo 02, 2020

Visitas nocturnas…


Las noches se me van entre tantas cosas que pa'que hacer un listado. Sin embargo, mi sueño conquistado ya, es profundo e infranqueable, salvo en ciertas noches donde ellas suelen visitarme y si, hablo en plural, pues entre las penumbras he descubierto cada uno de sus rasgos.

Se suelen posar a los pies de mi cama o frente a la puerta, dándole la espalda a la oscuridad y el rostro a la tenue luz que rompe las sombras en el cuarto. Cuando estoy acompañado, solo se sientan a contemplar, cuando quedo solo, es que las escucho susurrar.

Algunas veces, cuando la luna está más llena, se aventuran sus manos y siento como mi espalda es tibiamente acariciada por una suave superficie, que se toma todo el tiempo posible para llegar de mi nuca a mis nalgas.

Hay una sola particularidad que se conserva en todas y cada una: la sonrisa. No importa el grosor de sus labios o el color de su piel, tampoco si su boca es grande como para devorar mis sueños, o pequeña como para recitarme un suspiro, todas son igualmente cautivantes.

A veces se rompe de repente el silencio de la noche y la voz de la que esté presente, se escucha dentro de mi cabeza, desatando un raudal de imágenes que se conjugan en diversas historias, que se sobre ponen a mis realidades pasadas, que me despiertan algunas veces añeras…

Añeras, esa palabra tan sureña que se me quedo y que no he conseguido remplazar con ninguna de mi jerga nacional. Me suena tan arraigada a lo que expresa que su misma escritura ya me hace a veces estremecer…

Y es así, como me llegan a ratos ligeras siluetas de mis historias, de vez en vez con sabor a lágrimas, que alguna, mientras está ahí, deja rodar por su etéreo rostro, cuando logra acoplar su voz con cualquiera de las nostalgias de las que guardo en el baúl aquel tras la sala en mi pecho.

A esas podría llamarlas musas, aunque puedo jurar haberlas visto volar para salir por mi ventana y una que otra noche, me han dejado marcada la piel o un mechón de cabello enredado entre mis dedos, que, a la primera luz de la mañana, se vuelven polvo…

Algunas noches trato de esperarlas despierto, pero no llegan, o no al menos como cuando las penumbras que arropan mis sentidos. Igual adoro sentirlas murmurarme o cuando se disfrazan tras la imagen, ojos o sonrisa de alguna mujer que se cruza al natural…

Hace rato los que no arriban son sus acompañantes, que nunca llegan solos, vienen en corrinche, arrasan los sentidos y sentimientos como un torbellino y se largan en desorden, duendes que me recuerdan a mis más infames momentos…

Son así, como paso mis desvelos, ligeramente acompañado. Hoy, por ejemplo, están dando vueltas todas alrededor de la copa, mientras yo las dejo que hagan bailar mis dedos en el teclado.


Ardes.