Estoy contemplando la escena sobre mi escritorio y me
encuentro con que se me van perdiendo los pasos, se me están perdiendo las
plumas guardadas del pasado, esas recogidas en las plazas, en las calles sin
memoria, en algún recodo del camino.
Y tocándome el pecho, encuentro que se me están
borrando las comisuras del corazón, sus estrías, testimonio de aquel tiempo
donde ame a reventar; se me borran, así como con el tiempo lo hacen las líneas
de la calavera, así como se desvanecen las marcas del camino tantas veces
recorrido.
Igualmente envolate la noción de tiempo, encontrando
ante mis labios besos dados hace ya tantos años, rostros perdidos de placer en
la oscuridad de una noche cómplice. Los veo surgir junto a los últimos ojos que
vibraron ante mí, junto a ese pecho donde reposo mi corazón trémulo.
También descubro sobre mi mesa de noche, la ausencia
de un sueño arrancado con frialdad de su nicho y del cual tan solo queda la
madera rayada y un beso que flota en un vaso con agua. Descubrí también que se
volvió inmensa, para mi, la mesa de noche con la lámpara y sin tu foto.
Finalmente entiendo que dos almohadas por ahora son
suficiente; que las arcas valen más con menos sueños y más oro, aunque más
cuestan para mi esa sonrisa y esa mirada; que en uno noventa por uno sesenta se
pueden hallar todas las estaciones y más intensas; que el pasado, como un
banco, tan solo perdona cuanto termina de cobrar sus intereses; que aún tengo
un alma de cristal y un corazón escarlata y brillante; que en tu cuerpo falta
un lunar y ahora en mi labio yace uno nuevo; que no es que guarde menos equipaje,
si no que tengo más cosas prestadas; que seguiré viendo sonreír a la luna, a
pesar de cerrar los ojos y que para limpiar mi corazón más bien espero a la
entrega de mi puesto en esta tierra.
Anuncio: busco plumas, pasos, lunares y tu beso…
Ardes. Henry