lunes, marzo 02, 2020

Visitas nocturnas…


Las noches se me van entre tantas cosas que pa'que hacer un listado. Sin embargo, mi sueño conquistado ya, es profundo e infranqueable, salvo en ciertas noches donde ellas suelen visitarme y si, hablo en plural, pues entre las penumbras he descubierto cada uno de sus rasgos.

Se suelen posar a los pies de mi cama o frente a la puerta, dándole la espalda a la oscuridad y el rostro a la tenue luz que rompe las sombras en el cuarto. Cuando estoy acompañado, solo se sientan a contemplar, cuando quedo solo, es que las escucho susurrar.

Algunas veces, cuando la luna está más llena, se aventuran sus manos y siento como mi espalda es tibiamente acariciada por una suave superficie, que se toma todo el tiempo posible para llegar de mi nuca a mis nalgas.

Hay una sola particularidad que se conserva en todas y cada una: la sonrisa. No importa el grosor de sus labios o el color de su piel, tampoco si su boca es grande como para devorar mis sueños, o pequeña como para recitarme un suspiro, todas son igualmente cautivantes.

A veces se rompe de repente el silencio de la noche y la voz de la que esté presente, se escucha dentro de mi cabeza, desatando un raudal de imágenes que se conjugan en diversas historias, que se sobre ponen a mis realidades pasadas, que me despiertan algunas veces añeras…

Añeras, esa palabra tan sureña que se me quedo y que no he conseguido remplazar con ninguna de mi jerga nacional. Me suena tan arraigada a lo que expresa que su misma escritura ya me hace a veces estremecer…

Y es así, como me llegan a ratos ligeras siluetas de mis historias, de vez en vez con sabor a lágrimas, que alguna, mientras está ahí, deja rodar por su etéreo rostro, cuando logra acoplar su voz con cualquiera de las nostalgias de las que guardo en el baúl aquel tras la sala en mi pecho.

A esas podría llamarlas musas, aunque puedo jurar haberlas visto volar para salir por mi ventana y una que otra noche, me han dejado marcada la piel o un mechón de cabello enredado entre mis dedos, que, a la primera luz de la mañana, se vuelven polvo…

Algunas noches trato de esperarlas despierto, pero no llegan, o no al menos como cuando las penumbras que arropan mis sentidos. Igual adoro sentirlas murmurarme o cuando se disfrazan tras la imagen, ojos o sonrisa de alguna mujer que se cruza al natural…

Hace rato los que no arriban son sus acompañantes, que nunca llegan solos, vienen en corrinche, arrasan los sentidos y sentimientos como un torbellino y se largan en desorden, duendes que me recuerdan a mis más infames momentos…

Son así, como paso mis desvelos, ligeramente acompañado. Hoy, por ejemplo, están dando vueltas todas alrededor de la copa, mientras yo las dejo que hagan bailar mis dedos en el teclado.


Ardes.