jueves, agosto 25, 2011

Efímero (Sahaf)


Entre las sabanas siento desaparecer mis pensamientos, se van perdiendo en los pliegues de la oscuridad del cuarto, en las sombras anónimas que escoltan mi cama y mi sueño. Siento que mi cuerpo se desvanece por fin en la calidez de mi cobija y se aísla del invierno gélido que me ha venido robando lo que resta de mi calor tropical, esa sensación de sol ecuatorial. Y por fin entro en el manto de posibilidades infinitas, en el mundo donde desaparecen los imposibles, donde sostengo sin cansancio mi libertad absoluta.

Pero antes de entrar a los predios de mi buen amigo Morfeo, la sentí, la olí, la escuché susurrar. Mi rostro debió ser de sorpresa al encontrarme con su espalda y por supuesto también por la posibilidad de poder abrazarla y sentir su corazón entre mis manos, mientras ella aprendía a reconocer el ritmo, al que marcha uno de esos corazones reprimidos, cuando se le tienta con su mayor anhelo. Detuve el respirar e intenté continuar compactándome el pecho para no estallar en suspiros. De repente, en un acto imprevisto, su cuerpo giró y mi corazón se pronunció dentro del suyo. La solidez de su ser fue atravesada por mi etérea existencia en ese cuarto; por un instante sus labios fueron un beso profundo; sentí que mi corazón se deshizo en palpitaciones, desfasándose del universo. Con esa sensación alucinante cerré mis ojos y con un suspiro me alejé de su piel y al abrirlos me encontré de nuevo con aquellas sombras anónimas a los pies de mi cama. El sueño, entonces, se volvió esquivo, la sensación tan real y vivida de ese evento era desconcertante. Mi mente había jugado tan sucio como nunca antes.

Con el insomnio presente solo restó el balcón para refugiarme, pues a pesar del frio despiadado era necesario desahogar esa impúdica sensación que me ahogaba y con tanto exceso de soledad, era la luna o el silencio, el paisaje o su cuarto prohibido. Y ahí acorazado dentro de tres capas de ropa, invoqué a Silvio y al tentador humo de un tabaco que me calentara los labios, ahora helados después de haberse fundido con los suyos, fuera sueño o evento sobrenatural. Y tras la música casi imperceptible que me acompañaba, se levantó un sonido más claro y delicado; una guitarra que rasgó el silencio tan sutilmente que sosegó el dolor de esta angustiosa impotencia.

Las notas se colaron por las rendijas de la puerta, por la chapa y las ventanas; se internaron en mi apartamento y como un sabueso tras un prófugo, me alcanzaron. Sentí su música como si sus manos hicieran luz ante mi rostro. La melodía tenue se llamó igual y mis labios solo podían mencionar su nombre, que ajustaba en cada una de los acordes que llegaban.

Y ahí estaba, justo frente a mí, tan cerca como el vaso de vino o mi tabaco, pero a la vez tan lejos, como la luna en mi balcón. La melodía era un arpegio delirante y melancólico, su corazón triste se manifestaba. Yo ya había aprendido a identificar su ánimo por las notas de su guitarra o su saludo en las mañanas, aprendí a leer la música de su guitarra y las sonrisas del desayuno en la cafetería. Esta noche no sé qué era más triste, si mi posición incapaz y solitaria o aquello que desataba su inspiración en tan conmovedora melodía, que a pesar de su naturaleza, alivianaba mi estado. Entonces tras las cortinas de su balcón se asomó una mano, como acariciando al viento y mis ojos dejaron de contemplar el humo para intentar encontrar su silueta…

Desde el primer día todo pareció conspirar para encontrar su existencia en mis días: desde la arquitectura del edificio, que permitía que nuestros balcones coincidieran en un ángulo perfecto y así poder encontrarnos en los días soleados, para compartir a distancia un callado café y un cigarrillo, unas palabras y unas risas; también eran cómplices la cafetería donde coincidimos mañana tras mañana a desayunar; o las veladas casuales bañadas de bohemia y el ascensor con sus eternas pausas, en las que iniciábamos charlas que terminaban en el sofá de alguno de los dos, evadiendo su estatus de “ajena”, tratando de ocultarlo tras el humo del cigarrillo, hasta que la realidad llamaba a su móvil o a la puerta.

… Su silueta rompió el capullo de cortinas y ella salió cadenciosa, cargando su guitarra mientras la melancolía saltaba de sus labios convertida en lágrimas. Sentí entonces mi corazón enfriarse sin importar las capas de abrigo que me rodeaban, mientras ella tan ligera, con poco más que su piel, se entregaba al frio tanto como yo querría que lo hiciera a mis brazos. Una mirada bastó para entender que hoy su soledad la embargaba; si lo sé yo que duermo con la mía cada noche, desde que me perdí en su mirada y rocé sus labios por accidente hace semanas. Decidí entonces despachar a mi silencio - ¡No pares de tocar, que después de tu voz, es la melodía que mejor acompaña mis sueños! - me miró sorprendida, sonrió y con su rostro pareció consentir mi compañía a su lado. No lo pensé mucho y tan solo abordé aquel balcón, sin importar la altura y la distancia entre ambos.

Ofrecí un poco de tabaco para compartir como siempre, pero su soledad me abrazó y la humedad de sus mejillas se marchitó en mi chaqueta; su cuerpo tiritaba de frio y su aliento era rojizo por el vino. Tomé la guitarra y su cintura y las dirigí hacia el sofá. Ante ella no soporte la cobardía y lo inapropiado de mi sentimiento justo ahora… … sus labios se aproximaron tan rápidamente a mí, que sentí romperse un cristal, mis labios se volvieron a sentir cálidos…

El beso rompió el silencio de nuestro sentir, de lo impropio y lo negado de mi destino junto a ella; su dolor se convirtió en satisfacción y placer para ambos y una a una fueron perdiéndose las tres capas de ropa que me cubrían. La sensación cálida de pasión se contrasto con la corriente fría que se colaba por el balcón, haciendo estremecer la injusta ocasión de encontrarme sobre su pecho, sin poder exigir la igualdad, tan solo para lograr su ser…

Los sentimientos callaron, aunque doy fe que la amaba tanto como entre mis sueños, pero la vergüenza de nuestros cuerpos desnudos, tan solo nos dejaron acompañarnos sin pecado. Sus ojos nublados por la melancolía, por la nostalgia y los míos en la extrañeza de un evento sorpresa e increíble, no permitían que se cruzara ese límite tan deseado. Entonces, la posibilidad de la fantasía de mis sueños llegó ¿sería uno acaso? o ¿tal vez mi mente terminando de jugar conmigo?, con este pensamiento me sumergí en sus labios de nuevo y la tomé entre mis brazos, como un niño que se aferra a lo más querido; no importaba ya la respuesta de esas preguntas, fuera realidad o sueño lo viviría hasta ver el sol romper por la ventana, así que tan solo deje que la noche se marchitara como sus tristezas entre mis brazos y el calor cándido de nuestra compañía nos arropara como una cobija sin corromper. Seguro más que mis deseos, mi cuerpo se llenaba a su lado de otras cosas que no merecían ser dañadas.

Una suave calidez se presentó ante mis pupilas y el sol me dejó ver su perfil borroso y semidesnudo, balanceándose en aquel sillón frente al sofá; con la guitarra en sus manos cubriendo parte de su piel, interpretando un ritmo más suave y armónico que el de la noche anterior. La calefacción puesta y mi cuerpo cubierto por una manta, hacían más difícil el poder levantarme. En ese instante ella se percató de mi conciencia y me sonrió mientras paraba de tocar, entonces le repetí – No pares de tocar, que después de tu voz, es la melodía que mejor acompaña mis sueños –  y ella continuó deslizando sus dedos por las cuerdas, hasta que la realidad me obligó a volver a mi cotidiano, a entender que su sonrisa partiría de mi vista y volvería a su hogar para cuando regresara de nuevo a casa.

Siempre me encantarán los balcones, el vino y el humo de un buen tabaco que me dibuje siluetas al término de un día pesado, tanto como la compañía cada noche de esas notas junto a mi cama, al lado de mis sombras, tras su silueta ¡etérea!

ARDES.

miércoles, agosto 24, 2011

Mujer Partiendo


Puedo verte caminar deseando un adiós,
perdiendo la sencillez de tu armonía,
completando tus suspiros con lujuria,
partiendo de un lecho por ausencia.

Caminas lento y sin sentido ¡te hundes!
Caminas por su piel buscando salir de ti.
No mientas más a tu razón, no se ignora al sol.

Y no hay juicio en mi palabra ni mucho menos rencor,
solo la calidez del lecho que se cubre con tu cuerpo,
la sensatez de un amante acostumbrado a tomar,
la palabra de un corazón desquiciado que no te ama.

Mujer ajena, pero sin dueño ¡libre!
Mujer sincera, de furia pasional,
amante del tiempo, lejana y ausente.

Quiero verte nadar en tu libertad robada,
sin prendas, sin letanías, en tu simplicidad.
Vente ante mis ojos en la cuna de la luna,
larga ya esa tristeza que te ahoga la alegría.

Cierra tus labios y amate de nuevo ¡con ganas mujer!
Sentite mujer a tu antojo y discreción, sin límite.
Parte a paso lento, sin cadenas, sin amarras,
suéñate en futuro, sin permiso y en una revolución.

Quiero verte salir por esa puerta como la primera vez:
altiva, orgullosa, desnuda y libre, dueña de sí.
Quiero sentir en tu aliento más que un placer sin alma,
quiero marcharme ante tus ojos brillantes y alegres.

Ahora puedo verte partir sin temores mutuos… sonriendo.

Chao amante, colega, sueño… chao ¡amiga!


Henry

martes, agosto 23, 2011

Espectro


Es la naturaleza la que inhibe las palabras, no la motivación,
por que arribas y embarcas en mi mente, sin dejar motivos ni razón,
por que cargas como el mar en puja, fuerte e irreverente
y partes también arrebatando de mi playa, dejando limpia la mente.

Y por eso queda como un tambor sin melodía, una imagen sin alma,
queda la virtual sensación, sin calor ni sabor, de tu presencia vacía.
Aunque no me quejo pues no me dejas, ya que simplemente no estas...
Simple como lo intangible del aire, te pierdes tras las letras ajenas...

Y te pido a riesgos que hoy calmes la voluntad de mi inspiración,
que te sostengas en mi mente mas que un instante,
que reboces tu naturaleza impalpable, tu ser espectro,
que premies la devoción de mis letras con tus ojos.

Siente espectro, la calidez de mi aliento tocando el aire,
siente vibrar mis palabras entre lo etéreo de tu existir,
deja que se reconozca mi imagen en tus pupilas temerosas,
que se jueguen los minutos la veracidad de tu existencia.

Prestame en conjunto el paisaje que forma tu rostro,
la melancolía de tus ojos y la delicadeza de tus labios,
la candidez que te resta en la mirada y la nostalgia de tu voz,
presta tras un instante compartido, la realidad de un espectro.

Solo vuelve ante mis ojos y sentidos,
solo siéntate en frente de mis suspiro,
solo deja de ser por un día mi espectro!


ARDES.