sábado, junio 30, 2018

Álgido.


Extraño el rincón de tus labios, aquel que exponías intencionalmente al estrechar nuestras mejillas en un saludo que se creía inocente, ese que solías usar para hacerme sentir la placida llegada de tus deseos, un método altamente efectivo (debo confesarlo), que desencadenaba un caudal incontenible...

También extraño la oscuridad que rodeaba el universo aquel donde yacían nuestras ansias de poseernos, donde conjurábamos todo lo pensado, lo soñado o ambicionado; aquel único espacio en el que habitaba para mi tu cuerpo expuesto y pleno, donde promulgabas esa invitación no verbal a dejarme poseer en cuerpo y espíritu, a dejarme ir, a someter la razón a mis deseos, a mi deseo por ti…

Encontrar tus muslos en ángulo perfecto para que, sin mucha fricción, el vuelo de tu saya se deslizase lentamente, sin tan siquiera tener que tocarla. Descubrir con mis labios el cálido pulsar de tus sangre febril que se aceleraba por tus piernas, la textura de tu piel que se iba poco a poco erizando al paso de mi respiración; y llegar ahí, a encontrarme con la plenitud de tu sexo, bañado en deseo, dispuesto a ser consumido por mis ganas de vos, de saborearte.

Recuerdo como en ocasiones ese recorrido parecía eterno y como ello te hacia mirarme con desespero, con una mirada bañada en placer y que a su vez parecía gritarme que me diera prisa, que llegara pronto, que arribara a probarte, a saciarme en aquel manantial. Es difícil de olvidar como se comenzaban a contraer tus músculos al paso de mi labios por los tuyos, y que gloria sentirte contorsionar cuando liberaba mi lengua para que jugara a mi antojo.

Era enloquecedor verte y oírte; encontrar tus manos buscando desaforadamente a qué aferrarse, tomando mi cabeza, la almohada, tus senos; en ese momento jugaba a tomarlas, a hacerlas guiar a las mías por tu abdomen, que ya a esa altura posaba desnudo, para después soltarlas y dejarlas solas buscando de nuevo qué tomar, qué agarrar, todo aquello armonizado por el fino sonido de tu placer, una armonía de suspiros, gemidos y susurros a la oscuridad.

Pero aquello, aquello no era nada comparado al momento en que te aproximabas al pináculo, al fin, cuando ibas llegando y tu cuerpo se sincronizaba, tus pies se deslizaban por mi costado, tu pelvis se pronunciaba hacia mi rostro, arqueando tu espalda, como buscando que estuviera más y más cerca, más y más dentro, tus dedos ensortijados en mi cabello y esa exhalación, si, esa fuerte, placida y completa exhalación que entregabas seguida de una sonrisa pícara y tu mirada de satisfacción.

Extraño cada exacto momento del tiempo en que me hiciste motivo de tu goce, en que correspondías a esto con el placer más pleno, sin ni un solo recato; es tan vivido el recuerdo, que aun ahora siento el sabor, siento aquellos movimientos y parece revivir aquel instante idóneo de nuestra intermitente historia.


Henry. Ardes.

Cronología insurgente de febrero.


I.          Febrero 18
Para serte franco, el real problema de verte es simple, al final siempre termino sosegado en la dulce zona de tus tormentos, entre la gloria y el infierno, sin fuerzas y a tus expensas.

II.         Febrero 19
En el bosque se puede perder el camino, más no la magia...

III.        Febrero 21
El ejercicio de soñarte resulta ser sumamente reconfortante, es que el saberte paseando entre mis noches, suele dejar un olor a jazmín y un sabor a cerezas, que aligera el día.

IV.        Febrero 23
¿Y si esta noche que vengas a pasearte por mis sueños, te quedas hasta que nos arrope el alba?

V.         Febrero 23
En un rozar de labios dejare un suspiro furtivo, que incógnitamente buscara estremecerte la piel, hasta tocarte el corazón...

VI.        Febrero 25
No te mentiré, pero tampoco me juzgues, debo confesarte que hubo momentos de nuestra charla en la que me fui a pasear por las pecas de tu nariz, acompasado por tu voz... es que se veían tan ahí, tan idóneas... ¡tan vos!

VII.       Febrero 25
Ver a Cali de noche encanta mis sentidos, ahora, verla reflejada en tus ojos, me congelo el tiempo…

VIII.      Febrero 28
Desde hace unos días tengo un cosquilleo en la comisura de mis labios, supongo que de tanto escribirte ya hace que me provoque besarte.


Junior.