lunes, marzo 09, 2020

La inconformidad del ser


Hay momentos en los que se muere lentamente sin remedio, esperando que tal vez, pasados los minutos o los sueños, se encuentre, dentro o fuera, un elixir que aligere el trajín a la mañana, ese salvoconducto que evada las más oscuras decisiones.

Entonces se aferra uno a ellos, al más ínfimo de los momentos, de los estados, de las sensaciones: un beso, una mirada, la textura de una espalda desnuda, la humedad de una vagina trémula, la calidez de una respiración a tu costado, hasta un adiós bien dado.

Pero hay noches en que nada cruza por el manto pardo que protege la ventana, noches que pasan estériles y longevas, noches austeras en exceso que canibalizan la memoria en vez de disfrutarla, que arrancan susurros gélidos que van rasgando a girones el alma.

Y en esas noches se acentúan los momentos, se sangra por dentro en la soledad latente de nuestro ser y se cruza un abismo ante nuestros pies, una siniestra, pero a la vez apacible invitación, que algunas veces suena tentadora y hasta excitante.

Hoy tal vez termine siendo una de esas noches, o tal vez llegue la majestuosa gracia de mi orisha a bañarme con un arrullo; o quizás, Morfeo se adelante y con una fiel estocada, me atrape y arrastre con él, y de alguna de estas formas, evadir esta intransigente necesidad de ausencia que suele desvelarme.

¿La inconformidad del ser?...
Puede ser...


Henry.