domingo, julio 07, 2013

Desarraigo


Deslizo mi mirada por el horizonte montañoso,
pretendiendo perder el límite de mis intenciones  en algún pico lejano,
esperando se ensarte entre las rocas o los árboles.
Que encuentren nido en la lejanía del páramo
y que desde ahí arrastren sin remordimiento,
la eternidad del sentimiento que yace ahora sin consecuencia,
que se mese entre mi boca medio abierta, al ritmo de suspiros.

Arrastro los pies sobre el pasto fresco,
para que la tierra bendita arranque el cansancio de mi trajinar,
que aún no se resigna a dormir en el pasado.
Que ya se quede sembrado en ella,
o enterrado sin cruz ni lapida,
que cambie de posada y abandone mi corazón maltrecho,
libere mi sonrisa y la calidez que solía entregar con mi abrazo.

Y ahora e entre las sombras desalojadas de tu existir,
llego a concluir que sufro de un caso crónico de antojo nostálgico,
que sacia su síndrome de abstinencia en la melancolía.
Y justo ahora de manera recurrente,
cargo con unos en el bolsillo de la camisa,
antojo de libertad a mis sentidos y coartar los derechos de mi silencio,
que apenas subsiste en la melancolía asfixiante de tu ausencia latente.

No encuentro más palabras que calmen el llanto,
todas convergen en frases autónomas, que arrancan con tu nombre
y terminan con mi alma arrumazada y tiritante.
Reblujo entonces los baúles de recuerdos,
en busca de una alternativa piadosa,
pero solo aparece la oscuridad de tus ojos sedientos de amor,
mirando extasiados la plenitud de mi entrega incondicional.

Lo último que me resta es lavar mis manos,
para arrancar tu olor y la sensación de la textura de tu piel,
de cada recodo, cada relieve, cada lunar.
Dejar que el rio cristalino se tiña de escarlata,
con el permiso y la bendición de mi santo,
y que en su ímpetu largue de mi piel la existencia de ese ayer,
mientras encubre el diluvio desbordante que nace en mis ojos.

Sueño y deseo de invierno, mujer, ¡mi bien!,
amortigua con tu sonrisa la llegada de esta estación profana
que atenta contra el existir de mi serenidad.
Ahoga los sollozos con un aire de felicidad,
de esa que a borbotones nació de ambos,
de paso ven y entrega en mis labios el ultimo recado de tu corazón
y apresura el abrazo para evadir las miradas que se niegan a partir.

Se deja finalmente una antología de boleros
Que en la intimidad de nuestro adiós mordieron las sombras
Para dejar la cicatriz a escala de la que cargaremos en el alma.



ARDES.