Por donde empiezo a contar
este cuento, la historia de un beso perdido, o uno ausente, o la memoria
rebelde que no obedece. Por donde podría iniciar el relato de mis horas en la
oscura inconformidad de la ausencia, de la mañana fría y de la cama inmensa. Tengo
dudas sobre donde quedarían mejor ubicadas estas palabras, si las trueco con el
viento o las mando vía exprés por mi almohada al reino de Morfeo; claro está
que se corre el riesgo de que lleguen a tus oídos o ante tus ojos y terminen
usadas como un reproche de tu recelo.
Quizás podría iniciar con
la escena típica de los extraños sentados en la banca del parque; o más cliché
aun, con un café y el humo de un cigarro; o mejor decir algo más real y hablar
de una parvada de azulejos, que se disfrazaron de cupido y cruzando los andes,
nos dejaban en aquellas ventanas suspiros entre líneas, besos y los más
indecorosos deseos.
Tal vez hablar de una
carta a medio abrir dejada entre un cuaderno, o una cita disfrazada y
anestesiada con vodka, que cerró con una serenata al oído; también podría
hablar de un encuentro casual en una fría madrugada de abril, caminado por
alguna de las calles del oeste; o irme al otro extremo y narrar un encuentro
embriagado de salsa, algo de ron y una sala solitaria que fue redescubierta por
nuestros cuerpos desnudos.
Es que al parecer las
notas que me inspiran aún no se conciertan o se están perdiendo por diversas
razones. Anoche por ejemplo, tire algunas nostalgias porque ya sobraban, habían
caducado, tenían vencidas sus fechas y podrían hacer daño a algún lector desprevenido
que pudiera leerme. Creo que fui inocente al pensar que no tendrían fecha de
expiración, que por mucho más tiempo serian materia prima de mis expresiones.
Pero el problema no es haberlas descartado, es lo difícil que últimamente
cuesta encontrar ojos que las alimenten, labios que las estimulen, pieles
dignas de su existencia. Termina uno con un mar llenó de falacias y ficción de
la maluca, que semejan medusas, que intoxican a los peces.
Evidentemente hoy los
duendes andan emancipados, huyendo, escondiéndose o tal vez correteando a las
musas junto con los sátiros. Supongo que ya esta noche no regresaran, al igual
que tampoco lograré encontrar el comienzo para narrar un final, y me niego a
salir de cacería, lo más seguro es que termine encontrándolos y compartiendo
sus vinos y ocio. Seguramente guardare esta mixtura para otro espacio donde
pueda sosegar…
Como sea, no encuentro el
comienzo idóneo, la nota exacta, la musa indicada.
Ardes.