En
el tiempo que guardas silencio y me exploras los ojos en busca de mis
pensamientos, recorro con los dedos la textura de tus labios, deleitándome
mientras le hago preludio a los míos. Entre tanto, mi imaginario se va
desgarrando por tu voz que, pausadamente, siembra nuevas imágenes, con las que
finalmente decido hacer mía a la mujer contra la pared, en la oscuridad de un
cuarto, con las ropas mojadas, víctimas de estas lluvias de marzo, con nuestros
cuerpos tiritando y con la complacencia de tus miradas que continúan
permitiéndome romper las fronteras y dejar ante mi extasíes la plenitud de tu
piel fría, que poco a poco va recobrando su calor natural, que paso a paso voy
revelando satisfecho, como niño que descubre ante sí aquel regalo ansiado, que
abre lentamente para detallar cada aspecto, línea, contorno, cada detalle de su
superficie. Desprendo tu blusa y esos ojos inquisidores que parecieran querer
reprocharme, tan solo se clavan en los míos, tu boca muda se entre abre y antes
de modular tu falsa protesta, la sello con un beso que te absorbe el aliento,
que obligara a tus brazos a aprisionarme contra tu pecho expuesto…
Los
detalles son esquivos, la oscuridad de la habitación tan sólo permite delinear
tus formas, las circunferencias de tus senos, la firmeza aguda de sus cúspides,
que recorro con mis manos, las que, con un rigor implacable, palpan cada tramo
de tu superficie al exponerse, formando un mapa mental que será verificado
posteriormente por mis labios, hasta que al final se dejan caer a tus caderas,
al tiempo que tu boca de vampira devora la mía.
Ya
en las caderas, logro abrirme paso en el fortín de tus pantalones, donde
encuentro la respuesta a mis impulsos: La humedad producto de la lluvia, ha
traspasado tu ropa y se ha mezclado con la que brota de vos y comienzo a
sumergirme; tu boca se entre abre, exhalando un suave gemido, casi
imperceptible que se cuela por mis oídos y me enciende aún más; mientras me
despojas caóticamente de la camisa. Los corazones ahora se desbordan y vos
tomas el silencio como cómplice, consintiendo que siga, dejando volar suspiros
esporádicos, encontrando la cadencia de mis movimientos, su intensidad y
trasmitiendola a tu mano, que ahora se hace dueña de mi miembro y así como
siento mis manos bañarse de ti, ahora tú lo comienzas a hacer de mí.
De
nuevo intentas emitir esa falsa protesta, pero es ahora tú mismo aliento el que
te frena, al sentir mis labios aproximarse cautelosamente por tu pubis, a
aquella laguna que hemos sabido fundar. Tu cuerpo se estremece y tus dedos
masajean mi cabeza, mientras que mis manos se extienden por tus nalgas
ejerciendo gradualmente una presión exacta, para sentirte las carnes, pero no
frenarte los espasmos. Has roto el silencio y el recato, tu voz comienza a
perder fuerza, a quebrarse, a ser remplazada lentamente por suspiros profundos…
Tu
cuerpo se ha rendido al placer y nuestras manos ahora terminan de desvestirnos
para finalmente caer juntos en la cama. Conmigo en lo más profundo de tu ser,
atenúas el movimiento de las caderas para sincronizar con los míos, somos uno y
nos estamos devorando de apoco en la oscuridad, vos mordiéndome los hombros y
marcándome con las uñas la espalda, yo mordiendo tus labios y ahondando cada
vez con más fuerza. Hasta que llegamos y tus uñas se hunden más en mí, al
unísono con tu gemido hilarante, mientras ahora soy yo quien muerde tu cuello,
dejando en vos todo. Y así, una y otra vez hasta que se nos agote el espíritu.
El
silencio se adueña del momento, vos soltas un suspiro acompañado de una sonrisa
pícara y tu mirada fija a mis ojos se vuelve a llenar de misterios, mientras
tomas mi rostro, abordas mis labios y te vas, con un simple chao. La curiosidad
se ha estremecido y suena peligroso.
Henry.