miércoles, diciembre 12, 2018

“Dita”

La complejidad de todo esto radica en el fino pilar que sostiene mi amor por ti. Y es que quiero que entiendas que aquello que amo de ti, es más que la simple textura de tu piel, ese suave terciopelo que arropa mis noches y en la que duermen placidas mis manos extasiadas; o lo delicado de tus cabellos, en quienes se enreda el viento para jugar un rato y en los que además adoro ensortijar mis dedos; tampoco fundo mi amor en la fresca firmeza de tus senos, que son como un trampolín a la gloria; ni en la brillantes de tus oscuros y profundos ojos, con sus finas pestañas; ni siquiera en la naturalidad de nuestros momentos o su posterior silencio acogedor.

Amo mucho más de lo que mis ojos ven, mis labios besan o mis manos tocan. Y es que al amarte no me limito a la idoneidad de tu cuerpo y el mío, o a su sincronizado ritmo en los momentos, tampoco a la pasional forma en que manifestamos dicho sentimiento. Simplemente es que amo todo lo que está detrás del escenario: adoro tu sonrisa, pero amo la alegría que refleja, la simpleza que manifiesta y la fuerza que le impregna a mis días; disfruto tu compañía y tus palabras, pero amo la idoneidad de nuestros pensamientos y la magia que tus labios despiertan al modular; me encantan tus pies, pero amo la firmeza con que pisas tus caminos y la inocencia con que los veo partir de mi lecho; me complace verte leer, pero amo la serenidad que trasmites mientras te sumerges en los mundos que visitas. Amo así todo con lo que me complementas, cada herramienta con la que nos construimos.

Es así, como quiero que entiendas en que consiste mi ejercicio de amarte, que trasciende la explicita sensación de tenerte a mi lado, cubriendo cada recodo de nuestro espacio, hasta los silencios. Es que en ese “esto es lo que hay” me encontré un universo de sensaciones que alumbraron mi vida, aun en las más fieras tormentas. Así te amo, así te amare y así dejare volar las aves que ahora te escoltan. 


Ardes.


lunes, noviembre 19, 2018

Tu mejor desnudez.

Busco la desnudez, la de tus pies al costado de mi cama o marcando junto a los míos un centenar de huellas en la arena, busco tu desnudez en lo sencillo e inocente de mis delirios, en los que marcan el camino hacia la montaña, hacia la cabaña, hacia la suavidad de las almohadas.

Busco la suave silueta de tu empeine, dando giros alrededor de la luna colgada en la ventana, busco su delicada horma, pa abrazarla con mi palma, pa rezarle con mis labios el más secreto y pecaminoso rosario, que inicie en su convexo y termine en el rosal de tu pecho. 

Busco la robusta idoneidad de tus pantorrillas, la concavidad tras tus rodillas, la suave sensación de tus muslos y la medida en las cosquillas que me hagan conquistar tu abdomen, busco descubrirte, mi pequeña invasora de sueños, en lo más íntimo de nuestros pensamientos.

Y perdonaras la franqueza de mis deseos o la poca sutiliza que los acompaña, pero es que hoy no he pensado en nada más que no seas vos y la desnudez de tus pies, que cubierta por el  campanear de tu saya, han marcado el sendero hacia la hamaca que dejamos colgada en la playa.

Y pa no fallarte, soy sincero, busco tras de ti esa mujer plena que se despierta beligerante a tragarse el mundo injusto, a la que marcha descalza por la sala de mi casa y las venas abiertas de mi ciudad oxidada, dejando su huella tan profunda como una raíz más en la larga agonía de nuestra historia.

Busco así a la mujer de mis secretos, compañera de mis anhelos, dueña de las huellas que hoy han venido delineándome el sendero, busco tu desnudez pero no la de tu cuerpo sino la de tus pies, pues son ellos quienes hoy cargan tu peso y me narraran la historia de tu ayer, con tus altos y tus pecados, sobre todo tus pecados a los que he aprendido a querer.



Ardes.



jueves, octubre 11, 2018

Entre sueños



Ven y canta a mi oído, como el bolero al olvido;
ven y baña el rincón de mi alma, donde yacen mis sentidos;
ven y susúrrale a la vida, el deseo que nos llena.
Confiesa por los dos, este tormento inoportuno de amor.

Y entre tanto, en mis sueños serán mis manos
las que tomen en silencio tu cintura y espalda,
para en medio de aquel cielo poder amarlas
y comenzar a surcar tu tibia piel sin recato.

Y al ritmo del danzón verte contonear con gracia,
obsérvate con nitidez a los ojos y respirar tu aliento,
y después verte adornar mi cielo, mientras me apodero,
al compás del bolero, de la suavidad de tu cuerpo.

E iré así quedándome atrapado hipnotizado por tu voz,
mientras te fijas a mis ojos como silueta escarlata;
tu enamorada de la profundidad del espejo de mi alma,
yo perdiendo entres tus suspiros y contoneo, la razón.

Anoche entre sueños, bañe en la gloria de tus besos;
y nacía entre las lunas, fugaces estrellas que atestiguaban este amor.

Así se me vuelven vicio tus caricias,
al tiempo que se me hace efímeros tus besos.
Y la eternidad se va de juegos con el tiempo,
cuando al abrir los ojos no te encuentro.

Y es así como en la mañana el dolor rompe el firmamento.
Duele tu partida de este destino burletero
y tus besos de adioses y tus pasos largos, y quien lo pensaría,
es en las mañanas aquel momento,
que hasta duele tu voz al decir adiós.

Anoche entre sueños bañe en la gloria de tus besos;
y al oído susurrabas, entrecortadas, dádivas a nuestro efímero amor.

Se llenan así las noches de tus imágenes ausentes,
paseando entre mis sueños, oyéndote la voz lejana.
Ven amor perdido, devora junto a mí la noche entera,
deja que el fuego de tus entrañas,
sonroje la perfecta blancura de tu cara.

Anoche entre sueños bañe en la gloria de tus besos;
sumergí el alma entre tus abrazos y se quedó presa tras tu sonrisa.

Pregunto al cielo hasta cuando seré preso de tu voz,
cuanto más seré inquilino de mis sueños,
un danzante arlequín que se presta a este peligroso juego,
en el que el amor es la apuesta que,
por una reina de espadas, cupido perdió.

Anoche entre sueños bañe en la gloria de tus besos;
y nacía entre las lunas, fugaces estrellas que atestiguaban este amor.

Perdido entre el blanco cielo de tu piel
y la oscura ausencia de tu adiós.

Anoche entre sueños bañe en la gloria de tus besos;
y al oído susurrabas, entrecortadas, dádivas a nuestro efímero amor.

Solo quedan en mis mañanas tus murmullos,
adornando los pasajes eternos de tu ausencia.

Anoche entre sueños bañe en la gloria de tus besos;
sumergí el alma entre tus abrazos, y se quedó presa tras tu sonrisa.

Vuelvo pedir al infinito, que libere tu sonrisa,
para dejarla dormida noche tras noche junto a mí.

Anoche entre sueños, bañe en la gloria de tus besos;
Y en la mañana se despertó mi corazón adolorido,
dolor de verte partir, de tus besos de adioses,
y quien lo creería,
dolor de tu voz al decir adiós.


Ardes.

sábado, junio 30, 2018

Álgido.


Extraño el rincón de tus labios, aquel que exponías intencionalmente al estrechar nuestras mejillas en un saludo que se creía inocente, ese que solías usar para hacerme sentir la placida llegada de tus deseos, un método altamente efectivo (debo confesarlo), que desencadenaba un caudal incontenible...

También extraño la oscuridad que rodeaba el universo aquel donde yacían nuestras ansias de poseernos, donde conjurábamos todo lo pensado, lo soñado o ambicionado; aquel único espacio en el que habitaba para mi tu cuerpo expuesto y pleno, donde promulgabas esa invitación no verbal a dejarme poseer en cuerpo y espíritu, a dejarme ir, a someter la razón a mis deseos, a mi deseo por ti…

Encontrar tus muslos en ángulo perfecto para que, sin mucha fricción, el vuelo de tu saya se deslizase lentamente, sin tan siquiera tener que tocarla. Descubrir con mis labios el cálido pulsar de tus sangre febril que se aceleraba por tus piernas, la textura de tu piel que se iba poco a poco erizando al paso de mi respiración; y llegar ahí, a encontrarme con la plenitud de tu sexo, bañado en deseo, dispuesto a ser consumido por mis ganas de vos, de saborearte.

Recuerdo como en ocasiones ese recorrido parecía eterno y como ello te hacia mirarme con desespero, con una mirada bañada en placer y que a su vez parecía gritarme que me diera prisa, que llegara pronto, que arribara a probarte, a saciarme en aquel manantial. Es difícil de olvidar como se comenzaban a contraer tus músculos al paso de mi labios por los tuyos, y que gloria sentirte contorsionar cuando liberaba mi lengua para que jugara a mi antojo.

Era enloquecedor verte y oírte; encontrar tus manos buscando desaforadamente a qué aferrarse, tomando mi cabeza, la almohada, tus senos; en ese momento jugaba a tomarlas, a hacerlas guiar a las mías por tu abdomen, que ya a esa altura posaba desnudo, para después soltarlas y dejarlas solas buscando de nuevo qué tomar, qué agarrar, todo aquello armonizado por el fino sonido de tu placer, una armonía de suspiros, gemidos y susurros a la oscuridad.

Pero aquello, aquello no era nada comparado al momento en que te aproximabas al pináculo, al fin, cuando ibas llegando y tu cuerpo se sincronizaba, tus pies se deslizaban por mi costado, tu pelvis se pronunciaba hacia mi rostro, arqueando tu espalda, como buscando que estuviera más y más cerca, más y más dentro, tus dedos ensortijados en mi cabello y esa exhalación, si, esa fuerte, placida y completa exhalación que entregabas seguida de una sonrisa pícara y tu mirada de satisfacción.

Extraño cada exacto momento del tiempo en que me hiciste motivo de tu goce, en que correspondías a esto con el placer más pleno, sin ni un solo recato; es tan vivido el recuerdo, que aun ahora siento el sabor, siento aquellos movimientos y parece revivir aquel instante idóneo de nuestra intermitente historia.


Henry. Ardes.

Cronología insurgente de febrero.


I.          Febrero 18
Para serte franco, el real problema de verte es simple, al final siempre termino sosegado en la dulce zona de tus tormentos, entre la gloria y el infierno, sin fuerzas y a tus expensas.

II.         Febrero 19
En el bosque se puede perder el camino, más no la magia...

III.        Febrero 21
El ejercicio de soñarte resulta ser sumamente reconfortante, es que el saberte paseando entre mis noches, suele dejar un olor a jazmín y un sabor a cerezas, que aligera el día.

IV.        Febrero 23
¿Y si esta noche que vengas a pasearte por mis sueños, te quedas hasta que nos arrope el alba?

V.         Febrero 23
En un rozar de labios dejare un suspiro furtivo, que incógnitamente buscara estremecerte la piel, hasta tocarte el corazón...

VI.        Febrero 25
No te mentiré, pero tampoco me juzgues, debo confesarte que hubo momentos de nuestra charla en la que me fui a pasear por las pecas de tu nariz, acompasado por tu voz... es que se veían tan ahí, tan idóneas... ¡tan vos!

VII.       Febrero 25
Ver a Cali de noche encanta mis sentidos, ahora, verla reflejada en tus ojos, me congelo el tiempo…

VIII.      Febrero 28
Desde hace unos días tengo un cosquilleo en la comisura de mis labios, supongo que de tanto escribirte ya hace que me provoque besarte.


Junior.

martes, abril 10, 2018

Sin principio (02-10-017)


Por donde empiezo a contar este cuento, la historia de un beso perdido, o uno ausente, o la memoria rebelde que no obedece. Por donde podría iniciar el relato de mis horas en la oscura inconformidad de la ausencia, de la mañana fría y de la cama inmensa. Tengo dudas sobre donde quedarían mejor ubicadas estas palabras, si las trueco con el viento o las mando vía exprés por mi almohada al reino de Morfeo; claro está que se corre el riesgo de que lleguen a tus oídos o ante tus ojos y terminen usadas como un reproche de tu recelo.

Quizás podría iniciar con la escena típica de los extraños sentados en la banca del parque; o más cliché aun, con un café y el humo de un cigarro; o mejor decir algo más real y hablar de una parvada de azulejos, que se disfrazaron de cupido y cruzando los andes, nos dejaban en aquellas ventanas suspiros entre líneas, besos y los más indecorosos deseos.

Tal vez hablar de una carta a medio abrir dejada entre un cuaderno, o una cita disfrazada y anestesiada con vodka, que cerró con una serenata al oído; también podría hablar de un encuentro casual en una fría madrugada de abril, caminado por alguna de las calles del oeste; o irme al otro extremo y narrar un encuentro embriagado de salsa, algo de ron y una sala solitaria que fue redescubierta por nuestros cuerpos desnudos.

Es que al parecer las notas que me inspiran aún no se conciertan o se están perdiendo por diversas razones. Anoche por ejemplo, tire algunas nostalgias porque ya sobraban, habían caducado, tenían vencidas sus fechas y podrían hacer daño a algún lector desprevenido que pudiera leerme. Creo que fui inocente al pensar que no tendrían fecha de expiración, que por mucho más tiempo serian materia prima de mis expresiones. Pero el problema no es haberlas descartado, es lo difícil que últimamente cuesta encontrar ojos que las alimenten, labios que las estimulen, pieles dignas de su existencia. Termina uno con un mar llenó de falacias y ficción de la maluca, que semejan medusas, que intoxican a los peces.

Evidentemente hoy los duendes andan emancipados, huyendo, escondiéndose o tal vez correteando a las musas junto con los sátiros. Supongo que ya esta noche no regresaran, al igual que tampoco lograré encontrar el comienzo para narrar un final, y me niego a salir de cacería, lo más seguro es que termine encontrándolos y compartiendo sus vinos y ocio. Seguramente guardare esta mixtura para otro espacio donde pueda sosegar…

Como sea, no encuentro el comienzo idóneo, la nota exacta, la musa indicada.


Ardes.

Contémonos…

Cuéntame una historia con tus miradas, o un poema con tus sonrisas, o simplemente dejame escribir en tu piel y labios, el relato de cuando te apoderas de mi mundo en las madrugadas, o aquel que narra la infame ausencia de tus palabras.

Suelta un minuto la obstinación, y deja entrar el trinar que se engendra desde mis versos y aun canta, a expensas de tu nombre, sueños que armonizan mañana, tarde y noche.

Dejate tocar de nuevo con la ligera y sutil nostalgia de mis palabras, sin alardes, ni injurias, ni falacias, tan solo con su pretencioso tono inofensivo, que se quiere permear por tu piel.

Contémonos un cuento sin perjurio, sin afán, sin supuestos. Continuemos el relato donde lo dejamos...


Ardes.


Extasíes.


Reconozco tus labios, los he visto rondar por mis lugares preferidos. Y veo igualmente su idoneidad, los encuentro propicios para usarlos de trampolín y zambullirme entre la plenitud y tibieza de tu pecho, en la suave sensación que tu piel genera.

A diario vago por la sensualidad de tus miradas y de tus siluetas, pero sin duda son ellos los que siempre termino yendo a visitar. Es su textura, es su carnosa complacencia, es ahí donde nace mi camino, donde preparo mi jornada, donde se aprestan nuestras pasiones, son tus labios los que mejor me conocen.

Desde ellos me lanzo por tu cuerpo a emancipar tu piel de la odiosa opresión de la ropa, para solo dejar el liguero que adorna perfectamente tu pierna, el único obstáculo que consiento tropezar cuando mi tacto se complace con la sensación de tu piel trémula de placer.

Simplemente es en tus labios donde nazco en las noches y tu vientre donde desfallezco al amanecer; es desde ellos donde parto a congraciarme con el universo de tus sentidos, dejándome ir a merced de tus antojos, al ritmo de tu sangre febril y tu aliento agitado, es desde ahí donde no puedo dejar de vivir.
  

Henry. Ardes.

miércoles, marzo 14, 2018

Diáfano


Entre el silencio que traen tus labios y la nostalgia que cargan tus ojos, existe un atajo discreto que conduce a tu magia, una cómoda ruta de jazmines y susurros de aves, de frondosas ceibas y gualandayes, donde las tillandsias fungen de cortinas en las casas de duendes y hadas, donde la luz de los astros, que se cuelan entre el dosel, demarcan el camino de los incautos que cruzamos por él.

Existe también un recodo que se asoma al cristalino abismo de tu mirada, donde se pierde, en encanto y sosiego, quien aprenda a ser objeto de su atención, quien logre descifrar el camino a tu alma, a lo más profundo de tu corazón, un lugar donde vale la pena reposar sin límites de tiempo, sin el acoso de la realidad.

Debo pensar si cada espacio que encuentre en tu inmensidad contara al menos con un rincón similar, si el camino a tus momentos embargara siempre al transeúnte de tal magia y color. Es así como nace la incertidumbre por el lugar que resguardas, por la insistente reticencia a dejar palpar el latido de tu sangre, la fuerza que te recorre y arrolla caudalosamente lo que halla a su paso, ese mismo que atrapa mi interés en remolinos.

Y surgen letanías entre tu alma y la mía, ella que ahora deambula y curiosea. Y se terminan de gestar esas ganas por conocer, por explorar, por alcanzar la magia más allá del sendero, por llegar y nadar en su tibieza, sumergirse hasta lo más profundo y reposar con tus sentidos en la idoneidad casual que el destino nos regaló. Irrumpe también, la necesidad de desvelar unos cuantos de tus secretos, de aprender a conocer la clave de tus sonrisas, la combinación que libera tus sentidos.

Llega uno finalmente a la magia, llegue a ti. Y esa noche se quedó tan corta, que solo me dejo el recurso de murmurarle al viento, esperando que llegara a vos una pequeña fracción de lo que en mis ojos no ves, de lo que en mis manos no sientes, de lo que mis labios aun no dicen, de la premura creciente por conocer más de tus deseos, de los hábitos de tu tacto, de la predilecta forma en la que gustas que escriban en tu piel, de todo ello que acolcha tus nostalgias y seguro inyectan a tu corazón de suspiros furtivos. Queda entonces la infame incertidumbre de un mensaje al profundo abismo de tu alma, de un telegrama dejado sobre la palma de tu mano, de tu mirada a mis ojos, de tu silencio.

Retorno entonces a la virtualidad de tu conveniencia, pero con el agravante de haber contemplado tus labios y haber mirado en tu alma. Retorno a escribirte en la distancia, esta vez a ti y no tan solo a la musa que se paseó por mis sueños. Retorno ahora con la certeza que entre los bosques lo que suelen pasearse son las magas…


Ardes. Henry.


miércoles, marzo 07, 2018

Convenio 1.

Como el convenio es no mentir, entonces te lo diré sin más:

Ahora quiero escribir de vos,
ahora quiero tocar con mis letras la profundidad de las tuyas;
ahora que miré en tus ojos y habité un simple instante en la calidez de tu esquiva mirada;
ahora que deje a mis pensamientos irse tras tus pecas y pasearse por tus labios;
ahora que conozco la textura de tus manos, la suavidad de tu piel, el aroma de tu cabello.
Ahora quiero escribir de vos.

Ahora que saliste del valle de mis sueños;
ahora que caminas entre los bosques y navegas los ríos más profundos de mis sentidos.

Ahora que dejaste de ser etérea,
ahora que materialicé tú cintura entre mis manos y la circundé con la yema de mis dedos;
ahora que tu voz fue constante y tu sonrisa un suspiro de magia;
ahora que pintaste mi paisaje predilecto de tu alegría, de tu esencia irreverente.
Ahora quiero escribir de vos.

Ahora que sos un motivo de evocación;
ahora que dejaste de ser un susurro en la profundidad de mi inspiración.

Ahora que vuelas más fuerte en mí;
ahora que dejaste de aletear como mariposa, para hacerlo como un colibrí;
ahora que ya cruzas sin reparos por mis cielos y sin dejarte tocar.
Ahora quiero escribir de vos.

Ahora que la cercanía me hizo estremecer;
ahora que comprobé tu mágico existir y lo idóneo de nuestro encuentro.

Ahora que reconozco la peligrosa calidez de tu fuego,
ahora quiero escribir de vos, de tus defectos y peligros.
Ahora que quiero conjugar tu ángel y tu demonio,
ahora quiero escribir de vos, de tu alma y de tu cuerpo.
Ahora que te encontré tan así, tan idónea, tan vos…
Ahora quiero escribir de vos.


Ardes. Henry.




Nuestro Asunto

El asunto se genera al momento de querer componer una partitura sobre tu piel, grabando en cada recodo un fragmento de todas aquellas melodías que nos definieron antes y ahora, que nos conservaron pecaminosamente felices.

El asunto, es que se nos vuelven eternos los momentos e irresponsablemente se nos olvida el mundo, mientras la música nos escolta y acompasa en la penumbra.

El asunto es que tomar tu piel es el acto más irresponsable que cometo, pues anula cualquier otra realidad que no me sepa a ti, que no se sienta como tú, que no me huela a vos…

Para resumir esto, el asunto es que somos adictos a poseernos desde el tacto de los labios, hasta la profundidad de los suspiros, o sea, somos un asunto serio y de profundas aspiraciones.


Ardes.

Presentimientos.

Siento llegar un lapsus en el camino, un mudo espacio donde callan las palabras y los cuerpos. Siento que se dispersa la bruma de la mañana sobre las pieles exhaustas de tanta magia. Oigo sus pasos abandonar obligadamente el cuarto, dejando huellas que se sumaran a las marcadas en mi espalda, a las impresas en su alma. Veo sus labios partir satisfechos, probar el café, arquearse y sonreírle a un rayo de sol, salir y saborear el roció que se precipita desde los árboles, a su paso por el jardín. Siento la llegada de un breve rincón donde no habrán más ojos para leernos, ni otros sentidos de terceros para explorarnos. Presiento un nuevo paisaje en las mañanas y una nueva cuna para los sueños en las noches.

Siento más magia entre mis dedos y latir más la sangre dentro de mis venas.

Ardes.

miércoles, febrero 28, 2018

A punto y coma.

¿Sabes que cursa entre mi mirada y tus labios?...

Todo un océano de supuestos, posibles y quizáses, entrelazados por espuma de suspiros embolatados...

¿Y sabes tú como pienso cruzarlo?

A punto y coma entre metáforas...

 Ardes.

jueves, febrero 15, 2018

Carta a la tercera respuesta.

Me encanta encontrar esa fresca naturalidad con la que corres de mostrar ternura a sensualidad, tan rápida como sutilmente. Disfruto pensar en la textura aterciopelada de tus cejas y la fragilidad de tu cintura entre mis brazos; en el aroma anónimo de tu cuerpo y que tan tibia sera tu piel. Pero más aun, me deleita la forma en que expresas libre tu sentir, como si fueras la protagonista de un breve espacio. 

Supongo que la idoneidad de tu existencia, es otro evento fortuito que me regala la vida para no dejar de soñar; que te mantienes distante tan solo para alimentar la magia que ha florecido sin siquiera tocarte. Un presente de Mab, para que no cese de volar.

Eres hoy, la más frecuente visitante de mis madrugadas, unas veces por tu voluntad, otras simplemente porque fluyes y te materializas en mi inspiración, justo en esos instantes de insomnio.

Debo estar perdiendo la cordura, al encontrarme así, divagando en la penumbra de las primeras horas del día, por causa de una leve silueta en mi imaginario, por una sonrisa coqueta, por una mirada expectante y esa voz que proyecta la belleza de un ser que se quiere tragar el mundo con su alegría y entusiasmo. 

Debo estar perdiendo la cordura, por dejar que esta noche de nuevo seas objeto de mis letras y le estés robando protagonismo a mi luna, por permitir que sigas alimentando estas ganas inmensas de escribir, las cuales ya sentía perdidas en la estela de mi ocio.

Fascina este evento imprevisto que me hace tu escritor y a ti mi musa, y se que de nuevo preguntaras ¿como fluye tan constante esto? Y simplemente no lo sé, llegaste tal vez en el momento indicado en que haría erupción mi imaginario, fuiste ese pequeño sismo que detonó un volcán de sensaciones que se adhirieron a ti como cóncavo al convexo. Solo se decirte que mientras sea permitido, disfrutare cada palabra que te haga sonreír y quien quita, algún vez hasta suspirar.

Ardes

martes, febrero 13, 2018

Primera Respuesta.

Indagas el porqué de mi sentir, de lo insólito de la correría de mis palabras hacia el abismo perdido de tu distancia. Y hoy, después de transitar entre tus letras, creo tener una de las respuestas a esa pregunta: simplemente mi subconsciente decidió hacerte caso y “perderte el respeto”, de la misma forma en que lo pediste, transformándote en un ser idóneo y etéreo, compuesto de adjetivos, pronombres y verbos, una superficie donde plasmar a punto y coma y con metáforas, las extasíes que en él se proyecta desde tus letras. Quiere narrar una historia, construir una saga, donde se encuentren en coincidencia la idoneidad de nuestra condición y la versatilidad de nuestras palabras. Una historia donde seas la tinta que alimenta mi pluma, mientras invento estrategias para poseer en eternidad esa pasión que habita bajo tu piel, la misma que maravilla en tu mirada y arrebata el aliento con tu sonrisa, poseerla hasta llegar a lo más profundo de tu intimidad.


Henry. Ardes.

lunes, febrero 12, 2018

Carta de testimonio

Tomo el lápiz y empiezo a esbozar un paisaje con mis letras, a incrustar en esta realidad un paraje donde repose la idoneidad de un momento y entonces, entre la leve niebla que cruza ese valle, se descubren tus pasos, tus pies blancos que contrastan con el verde vivido del pasto en roció, entra en escena tu cadencia, tu sutil figura que se adueña de la madrugada. Y así, se convierte en recurrente tu imagen entre mis palabras; hoy, vestida de blanco, con un velo que apenas opaca la tentación de tu piel; ayer, danzando entre las verdes hojas de un samán; la semana pasada sentada bebiendo un café frente a mi protagonista… Así, insólitamente apareces con el tacto de mi lápiz, te bañas en mi inspiración y dejas impregnada tu esencia entre mis letras, en mis palabras, te vas adueñando de cada momento de mis escritos.

He intentado correr, disfrazar tu rostro con la imagen de quien más cerca se encuentre, de quien más se ajuste a esa nueva idea, pero no, no funciona, se nota tu ánimo, sobresale tu sonrisa. Consulto mis almohadas para conocer quien conspira, pero me alcanzan mis sueños y puedo jurar que te he visto como espectadora entre la multitud que me ve volar, correr, bailar y otras cosas más entre ellos. Comienzo a dudar a quien responde mi inspiración en este momento, empiezo a pensar en cómo la imagen ausente de un ser, acompañado eventualmente por una voz y unas letras, entra esta noche de nuevo a hacer suya mi más íntima acción.

Pero ahí no paras, no, lo más insólito es que ahora no puedo dejar de pensarte en aquel velo blancuzco, descalza entre mis valles, caminando por mis pensamientos y descansando en las simas más encumbradas de mis relatos; y me gusta, me encanta ver como esa imagen puede acoplarse tan correctamente a un paisaje que solo puede habitar en mí y me encanta ver a esa pequeña proyección apropiarse de mis escenarios.

Detengo mi lápiz, hago una pausa, paseo con una cerveza en mi mano por el apartamento, descanso en la ventana y le sonrió un rato a la Luna, para finalmente sentarme de nuevo frente al papel, retomando mi lápiz y esta vez encuentro al sol saliendo tras las copas de los árboles, estirando sus rayos que sutilmente van tiñendo las aguas del riachuelo con su dorado y va calentando las orillas de su cauce, sus piedras, mientras evapora el roció que aun yace en las hojas de las plantas. De pronto, tras una de las rocas, sentada en la orilla, estas, con tus pies inmersos en el agua fría, mientras con tus manos sostienes aquel vestido blanco, y con un gesto sonriente, giras tu cabeza dejando caer el cabello para que tan solo sus puntas se mojen en la corriente…

Debo parar, o más bien quisiera preguntarte: ¿Debo parar?... Tal vez esa incertidumbre de no saber la comodidad de tu sonrisa ante esta irrupción insólita, es lo que me constriñe la inspiración. Y se me ocurren más estrategias para evadir tus incursiones, al igual que otras de cómo conseguir tu beneplácito y continuar teniéndote al tacto de mi lápiz, caminando en mis relatos, navegando entre las letras que me liberan.


Henry, Jr.