- Esa sonrisa se la
robo a un ángel, estoy seguro - Recalcaba la razón, aun algo embriagada por la
suave sensación que le había dejado su piel en las manos, al saludarla...
Y
no era para menos, entre la beligerante actitud de ella, acompañada de su
carácter fuerte, el temor que le envolvía a él, era terminar de hundirse en un
paisaje que desorbitara su equilibrio y créanme que esa mujer reunía en si un
contingente capaz de tomarle los más fieros fortines que, en su afán de
continuar, había levantado con los restos de su vida.
La
primera vez que la noto, esa misma sonrisa rompió la tenue iluminación de la
sala y pinto el ambiente de un florido y rojizo humor, a unos cuantos metros y
con un gesto sin esfuerzo, había rasgado el grisáceo momento y le hizo olvidar
el motivo de su asistencia, todo con esa misma simple sonrisa, de esas que se
ve en los labios y de paso también se siente en la mirada.
Minutos
después, conversaban en el corredor, él embriagado por su aroma y el acerezado contorno
de esos labios contrastando idóneamente sobre la blancura de su rostro, ella
ignorante en medio de su estimulante entusiasmo, sin percatarse si quiera, al
parecer, del tobogán en el que su interlocutor venia viajando desde que la noto
en el salón; o tal vez si se daba por enterada y simplemente disfrutaba en
silencio alimentar su vanidad oculta.
Después,
se volvió cotidiano escucharle la voz revoloteando con una firmeza pausada, calmada,
pero a la vez plagada de un fuego irreverente, que solía sellar con esa misma
sonrisa; era así que podía atravesar la dignidad y al mismo tiempo curarla,
como si esa sonrisa besará heridas hasta en el alma...
-
O tal vez no, tal vez se la incauto a un fauno o un íncubo, que se atrevió a
hacerle frente perdiendo así sonrisa y corazón - reviro de nuevo la razón,
tratando de argumentar lo indebido...
Pero
no es perfecta, no; ojalá lo fuera, para así entenderla como irreal o
artificial y descartarla fácilmente del paisaje, renombrarla como un elemento más
de utilería en esta secuencia de escenas; pero no, no lo era, ella por el
contrario era simplemente idónea, en el debate, en la confidencia y más
peligroso aun, en medio de la cadencia de un bolero y siguiendo el compás de un
tambor, donde, toda ella estallaba en una alegría que parecía aumentar
exponencialmente al lograr sincronizar el ritmo del baile.
-
No, pensándolo mejor, si se la tiene que haber robado a un ángel - resignada
dejo escapar en un suspiro finalmente la razón.
La
última vez que la vi - intervino él - recuerdo haber perdido por un momento de
vista su sonrisa; la tarde cálida se prestó como lienzo para pintarle una grata
conversación y en un breve momento ella paro de sonreír para ver el cielo,
entonces fue ahí que mi razón se resignó, al verle de fondo las nubes y el
celeste tapiz y sobre él reposando su silueta, mientras los ojos parecían
estarse consumiendo el paisaje para alimentarle el alma; simplemente no parecía
ajena a él. Así la razón refunfuñando guardo silencio y le dejo escribir.
La
noche pareció embriagarse de nuevo con el aroma de ella, la memoria le trajo de
antaño aquel primer momento y con un rumor de música de fondo, colado desde el
mar, destapó aquel cofre que por años había conservado cerrado sobre la mesa de
noche, la que guarda los sueños imprudentes, los impronunciables, los más
inapropiados de expresar, aquellos que hasta pueden guardar temores y recelos;
de ella salieron entonces, danzando y con la misma alegría de su patrocinadora:
sentires, suspiros, sonrisas y estas letras que hablan de aquella que
seguramente le tomo prestada la sonrisa a un ángel, para ser idónea y no
perfecta, para ser un rastro del cielo en este paisaje terrenal, para arrancar
suspiros y sosiego, para sacarle a pasear los sueños a este interlocutor...
Henry. Ardes.
Henry. Ardes.
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